LA CARTILLA DE RACIONAMIENTO Y LAS GALLINAS
No recuerdo haber pasado hambre. Cuando yo nací, lo peor de los llamados “años del hambre” de la Postguerra, ya había pasado. Pero una buena parte de mi niñez estuvo marcada por las estrecheces, pues se vivía con muchas carencias.
Nuestra alimentación era sana, pero escasa y poco variada. Siempre guisos de garbanzos,
lentejas o habichuelas y arroz los domingos. Claro que la dieta se salvaba gracias a la carne y los huevos de nuestras gallinas, que eran para nosotros como casi hermanas.Entonces, en el barrio todos teníamos corrales en nuestros patios. Se puede decir que, en muchos casos, las gallinas nos salvaron del hambre.
Pues bien, en aquellos años de dura represión y miseria, el Gobierno de Franco, decidió controlar la distribución de alimentos, asignando a cada persona cierta cantidad de productos básicos (azúcar, arroz, aceite,pan...) que podía comprar con la Cartilla de Racionamiento, integrada por cupones donde se fijaba la cantidad asignada en cada tipo de mercancía.

Sin embargo, ese férreo control del mercado no impidió la aparición del mercado negro: el llamado “estraperlo”. Así se hicieron, a costa del hambre de los más necesitados, grandes fortunas con la especulación.
No viene ahora nada mal recordar todo esto, porque la vida da muchas vueltas y queda, al parecer, por llegar todavía lo más duro de la crisis. Quién sabe si todavía el Gobierno de Rajoy nos da la sorpresa de resucitar algún muerto de la Dictadura.
Por si acaso, yo voy a ir construyendo un gallinero en mi patio, por si vuelve el racionamiento. La solución, las gallinas.
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