EL BARRIO CONVERTIDO EN “ALMACABRA”
Los hechos ocurrieron
en nuestro barrio en el año 818, en el periodo de la historia de al-Ándalus
llamado el Emirato.
Al parecer, cuando el
Emir pasaba por aquí, de vuelta de una cacería, numerosos vecinos del arrabal,
al verlo, lo amenazaron y lo insultaron, llamándole borracho y otras cosas que
no cuenta la historia.
Así saltó la chispa de una terrible revuelta que
se conoce como “El motín del Arrabal”, que se produjo en el Arrabal
de la Shacunda ,
hoy Campo de la Verdad.
Resulta que el emir
al-Hákam I, para hacer frente a los numerosos gastos de sus campañas contra los
cristianos, decretó un impuesto extraordinario que terminó de irritar a los ya
cabreados contribuyentes.
La represión para
sofocar la revuelta fue brutal. Unos trescientos sublevados fueron crucificados
y el resto de los vecinos fueron desterrados a Fez. Al-Hákam declaró el arrabal
maldito, ordenó arrasarlo y prohibió su reconstrucción.
Aquel Emir sanguinario, ha pasado a la historia con el apelativo de
“al-Rabadí”, el del Arrabal.
Así que este barrio,
al sur de la ciudad, en la orilla izquierda del Guadalquivir, quedó durante
mucho tiempo deshabitado y maldito. El único uso que se le pudo dar fue
convertirlo en “almacabra”, palabra
árabe que significa cementerio.
Hace varios años, se
encontró parte de este cementerio en las excavaciones arqueológicas de la Plaza de Santa Teresa. Hace
algunos meses, en la calle San José, aparecieron una docena de esqueletos de
adultos y niños, a unos cuarenta centímetros de profundidad, y así seguirán apareciendo
a poco que se escarbe.
Han pasado muchos
años de aquellos terribles acontecimientos, pero hoy todavía podemos ver en Miraflores los restos arqueológicos del arrabal maldito,
arrasado a sangre y fuego.
Curiosamente, los
restos del Arrabal del Sur se
encuentran en el solar destinado a la
construcción del Palacio de Congresos.
Un proyecto, en el que teníamos puestas muchas de nuestras esperanzas de más
vida para nuestro barrio, fulminado de un plumazo por el actual Gobierno
Municipal.
Dicen que los
fantasmas del arrabal maldito siguen ahí, y en los entresijos de cada piedra
aún habitan los gritos de dolor de los crucificados, de los desterrados, de los
masacrados.
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