27/12/22

Temas para reflexional: Comunidades energéticas: ¿un posible renacer del movimiento vecinal?

No solo constituyen una poderosa herramienta para lograr la soberanía energética, sino que además pueden ser un exponente para la dinamización ciudadana desde una perspectiva ecosocial


El movimiento vecinal, a menudo infravalorado, fue uno de los más importantes de la Transición. Durante el tardofranquismo se produjo una gran migración del campo hacia las ciudades, que provocó un grave problema de vivienda y de equipamientos públicos en todos aquellos nuevos barrios obreros que se iban configurando. En muy poco tiempo se construyeron decenas de miles de nuevas viviendas, de mala calidad, que hoy catalogaríamos como muy ineficientes térmicamente, en las que vivía una clase trabajadora con conciencia de sí misma y que encontraba en el territorio, como en la fábrica, un lugar para la socialización y la lucha. 

En ese contexto, las asociaciones de vecinos (AA.VV.), que desempeñaron un papel fundamental en la lucha contra la dictadura, tenían por objeto la mejora de las condiciones de vida de la comunidad, desde la reclamación de dotaciones e infraestructuras para el barrio hasta la gestión de las fiestas populares1. Gracias a la lucha de las AA.VV. se consiguió la pavimentación de muchas calles, la mejora del abastecimiento de luz y agua, el alcantarillado, la construcción de colegios, de consultorios médicos o de viviendas públicas. 

El asociacionismo vecinal, empleando todo tipo de formas legales e ilegales, recuperaba y ganaba espacios para lo común, generando comunidad. Sin embargo, el hecho de que el Estado poco a poco fuera creando las infraestructuras, el propio desgaste del movimiento con el paso del tiempo, la cooptación por el poder institucional o la infiltración del neoliberalismo en todas las esferas de la sociedad, hicieron decaer el movimiento hasta su práctica desaparición sin que cristalizaran, salvo honrosas excepciones, organizaciones que dinamizaran el tejido comunitario alrededor de la gestión de lo común en los barrios.

Lo que en este artículo se quiere poner de relieve es que existe la posibilidad de que aquel concepto de movimientos sociales urbanos que acuñó Castells en los años 70 y 80, como movimientos que enfrentan al capitalismo en la dimensión territorial y que tomaron la forma organizativa de las asociaciones vecinales, puede volver a la palestra con todo su potencial transformador bajo la tarea concreta de la constitución de comunidades energéticas. Como todo movimiento que resurge, no se dará, posiblemente, en las mismas formas ni claves que el anterior. Es decir, el objetivo no tendría por qué ser tratar de reconstruir las asociaciones de vecinos existentes con la excusa de crear comunidades energéticas. Más bien se trataría de convocar asambleas vecinales que tomasen la iniciativa en la gestión común de la energía.

Las comunidades energéticas, recientemente reconocidas en la legislación vigente (aunque sin un gran desarrollo), constituyen una poderosísima herramienta, en primer lugar para conseguir la soberanía energética, ya que acercan la producción al territorio y, sobre todo, permiten la propiedad y el control directo de las consumidoras, eliminando en gran parte la dependencia del oligopolio. Pero, además, las comunidades energéticas pueden ser un exponente para la dinamización de una nueva ola del movimiento vecinal desde una perspectiva ecosocial, que siente las bases comunitarias para ir más allá y profundizar en la reapropiación sobre el capital de la esfera reproductiva.

Por tanto, una primera tarea sería la consecución de dicha soberanía a través de las comunidades energéticas, pero una vez forjados los lazos y creada la estructura organizativa comunitaria, esta podría ser el punto de partida para seguir transformando los barrios con el objetivo de lograr una mayor calidad de vida y resiliencia frente al cambio climático. Por ejemplo, otras luchas que podrían desarrollarse son la recuperación del espacio público que ha ocupado el coche, el reverdecimiento del mismo para una mejor atemperación y calidad visual del ambiente urbano, la rehabilitación energética de los edificios o la creación de un tejido de cuidados. También podrían desarrollarse aspectos ecosociales en el ámbito alimentario, fomentando huertos urbanos comunitarios, comedores y supermercados comunitarios, y así un largo etcétera. Es cierto que, una vez conseguida la comunidad energética, que esta tenga la vitalidad para ir más allá no es inmediato, pero al menos es una posibilidad, abre horizontes de oportunidad, que tanta falta hacen. PARA LEER NOTICIA COMPLETA HACER CLICK AQUÍ. PUBLICADO POR Paca Blanco / Estanislao Cantos EN CTXT.es el26/12/2022

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