No solo constituyen una poderosa herramienta para lograr la soberanía energética, sino que además pueden ser un exponente para la dinamización ciudadana desde una perspectiva ecosocial
Lo que en este artículo se quiere poner de relieve es que existe la posibilidad de que aquel concepto de movimientos sociales urbanos que acuñó Castells en los años 70 y 80, como movimientos que enfrentan al capitalismo en la dimensión territorial y que tomaron la forma organizativa de las asociaciones vecinales, puede volver a la palestra con todo su potencial transformador bajo la tarea concreta de la constitución de comunidades energéticas. Como todo movimiento que resurge, no se dará, posiblemente, en las mismas formas ni claves que el anterior. Es decir, el objetivo no tendría por qué ser tratar de reconstruir las asociaciones de vecinos existentes con la excusa de crear comunidades energéticas. Más bien se trataría de convocar asambleas vecinales que tomasen la iniciativa en la gestión común de la energía.
Las comunidades energéticas, recientemente reconocidas en la legislación vigente (aunque sin un gran desarrollo), constituyen una poderosísima herramienta, en primer lugar para conseguir la soberanía energética, ya que acercan la producción al territorio y, sobre todo, permiten la propiedad y el control directo de las consumidoras, eliminando en gran parte la dependencia del oligopolio. Pero, además, las comunidades energéticas pueden ser un exponente para la dinamización de una nueva ola del movimiento vecinal desde una perspectiva ecosocial, que siente las bases comunitarias para ir más allá y profundizar en la reapropiación sobre el capital de la esfera reproductiva.
Por tanto, una primera tarea sería la consecución de dicha soberanía a través de las comunidades energéticas, pero una vez forjados los lazos y creada la estructura organizativa comunitaria, esta podría ser el punto de partida para seguir transformando los barrios con el objetivo de lograr una mayor calidad de vida y resiliencia frente al cambio climático. Por ejemplo, otras luchas que podrían desarrollarse son la recuperación del espacio público que ha ocupado el coche, el reverdecimiento del mismo para una mejor atemperación y calidad visual del ambiente urbano, la rehabilitación energética de los edificios o la creación de un tejido de cuidados. También podrían desarrollarse aspectos ecosociales en el ámbito alimentario, fomentando huertos urbanos comunitarios, comedores y supermercados comunitarios, y así un largo etcétera. Es cierto que, una vez conseguida la comunidad energética, que esta tenga la vitalidad para ir más allá no es inmediato, pero al menos es una posibilidad, abre horizontes de oportunidad, que tanta falta hacen. PARA LEER NOTICIA COMPLETA HACER CLICK AQUÍ. PUBLICADO POR Paca Blanco / Estanislao Cantos EN CTXT.es el26/12/2022
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