9/3/16

“EL SUR, LOS PATIOS, LA GENTE. Patrimonio cultural, participación ciudadana e integración social urbana”. Por José María Manjavacas

El texto “EL SUR, LOS PATIOS, LA GENTE…” ha sido incluido en el volumen del Proyecto URBAN SUR, coordinado por  Encarnación Padilla Vázquez, Virginia Luque Gallegos y Rafael Ángel Castejón Torrico, publicado en 2016, y editado por URBAN SUR Córdoba (Unión Europea -Fondos FEDER- y Ayuntamiento de Córdoba). Su autor,  José María Manjavacas, es doctor en Antropología Social y Cultural y profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Córdoba donde coordina la unidad de investigación ETNOCÓRDOBA Estudios Socioculturales. Forma parte asimismo del Grupo para el Estudio de las Identidades Socioculturales en Andalucía (GEISA, SEJ-149) del Plan Andaluz de Investigación.
EL SUR, LOS PATIOS, LA GENTE
Patrimonio cultural, participación ciudadana e integración social urbana
José María Manjavacas[1]

Al Sur, al otro lado del río, al otro lado del puente…
Es poco conocido que al Sur, al otro lado del río, al otro lado del puente, abrían sus puertas y concursaban en el Festival de mayo un puñado de patios. Entre 1958 y 1964, Martín López 7, un inmueble hoy deshabitado entonces cuidado por Rafaela Marín, fue premiado hasta en cuatro ocasiones. Dejó de participar, como otros patios del Sur, en 1982, cuando la periferia, excluida de la Historia, quedó también excluida del certamen.
El trabajo de archivo y la etnografía han proporcionado referencias y registros para reconstruir esta expresión de nuestra reciente historia festiva, de nuestro patrimonio cultural. Y la línea “Patrimonio e Identidad Cultural” de URBAN Sur programó, con la colaboración de la asociación vecinal “Puente Romano” y del Consejo de Distrito, una propuesta arriesgada: sugerir a algunas familias del Campo de la Verdad volver a abrir sus patios durante unos días.
No fue sencillo. Se hacía preciso acometer alguna actuación de acondicionamiento y las familias, de avanzada edad, mantenían lógicas reservas ante una acción cuyo alcance no acertaban a prever y se les antojaba de cierto engorro. Pero accedieron; al final accedieron. El recorrido entre dos patios al Sur, al otro lado del río, al otro lado del puente, articularía, durante cinco días, un itinerario salteado con otras tantas intervenciones efímeras de artistas vinculados al barrio.
El presente texto da cuenta de la experiencia “Patios URBAN Sur” y la toma como punto de partida para invitar, en la Córdoba actual, al debate. Es hora de tratar abiertamente sobre nuestro patrimonio cultural y su dimensión identitaria, sobre su valor de uso social y su contribución a la construcción de una ciudad más inclusiva, a la integración sociocultural de las periferias urbanas y al aumento de la autoestima colectiva a través de la participación y el protagonismo de la gente. De la gente corriente. De la ciudadanía.
Entre el Tejar y el Rastro: patrimonio cultural y arte urbano, memoria e identidad colectiva
“Yo no lo veía muy claro… Pero, bueno, esto resultó maravilloso… Inolvidable”.
El itinerario arrancó en la plaza del Tejar, en los testeros que amparan y abrigan la fuente, con una primera intervención en recuerdo de Rafaela Marín, hoy en delicado estado de salud y residente, fuera del barrio, en un centro para personas asistidas. La artista Almudena Castillejo recreó “Los claveles de Rafaela”: sus ilustraciones, rótulos y carteles, rememoraron años centrales del Siglo XX, años de premios y otros reconocimientos para Rafaela y su patio.
Según se accede desde la placita, a mitad de Martín López, a la izquierda, en el número 11, muy próximo al patio de Rafaela hoy cerrado, un portón de doble hoja de madera labrada da paso a un zaguán antesala del patio de Francisco Barona, buen conocedor y conocido vecino del barrio. El inmueble, habitado desde hace más de un siglo por varias generaciones de una misma familia, fue acondicionado y convertido, a través de las serigrafías y grabados de Bernardo José Jurado, en un reflejo de personas, enclaves y hechos de la cotidianeidad del Campo de la Verdad: “El árbol de la vida. La raíz del tiempo”. Para asombro de los técnicos culturales, Francisco Barona, Paco, se reveló un concienzudo “coleccionista del tiempo” que atesora, entre tiestos verdes en altura y recias vigas color nogal,  piezas, fotografías y otros documentos de indudable interés etnológico.
Apenas un par de calles a poniente, entre la dignidad del costado Sur del Rey Heredia y el acerado que corre parejo con la esquina de los Romerillos, parte un callejón que pocos saben adónde conduce. A nada que el curioso se adentra accede al Rastro, a la plaza del Rastro y a un codo donde, en zigzag, emerge una fabulosa expresión de la arquitectura vernácula del Campo de la Verdad. Sus muros, salpicados de portalones y ventanas guarnecidas por cerrajería en hierro, alojan lo que fuera construcción doméstica y productiva rural: parte vivienda, parte establos y almacén, y otra parte, al final, posada y fonda. La finca, hoy toda habitable, parece querer ocultarse a espaldas de la Calahorra, a un cruce de puente romano de la Mezquita.
Este recóndito enclave de la orilla izquierda fue el espacio trabajado por Jesús Leirós –“El Rastro de la memoria”- para rescatar en un mural la desaparecida Cruz del Rastro junto al esbozo de las siluetas de sus vecinos. La casa, en realidad varias casas unidas, vivienda de los hermanos Salinas, conserva en su interior un patio central con solería de barro, azulejería a media altura, pozo, dos habitáculos anexos, un naranjo en altura y un emparrado del que cuelgan a su antojo los racimos. “Más de cien plantas, más de cien macetas”, dice, sin conceder mayor importancia, Antonio. Mientras, Pepe rebusca en sus adentros y nos dice de su niñez en el colegio Rey Heredia, del trasiego de las reses hacia el abrevadero, de las crecidas de las aguas o de la línea visual compartida con los seminaristas, en la otra ribera, antes del levantamiento, en los años sesenta, del promontorio que ocultó el molino.
Las manos de las artesanas crocheteras de la asociación “Enseña y Aprende Labores” vistieron el patio entretejiendo flores, paños y redes con hiladas de colores. Más de un millar de personas, en su mayoría del barrio, acudieron a parte o la totalidad del itinerario. Y las visitas a los patios de Barona y de Salinas excedieron el horario oficial y cerraron, a regañadientes, más allá de medianoche. “Abrir el patio”, “vestir el patio”, “ir de patios”… Al Sur. Las gentes del Sur.
“Esto fue… yo no me lo esperaba… yo no me lo podía ni imaginar”.
PUBLICADO EN ETNO-CORDOBA (Estudios Socioculturales)

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